martes, 5 de marzo de 2013

Leonor I



A veces le envenenaba el alma aquella sonrisa tan perfecta, aquella cordialidad arrancada de historias medievales,  la solemnidad exhalaba de sus poros, y aquello por donde el pisaba simulaba a sus anchas una gran pasarela, pero más detestaba que no fuese suyo, pues tarde comprendió que ese aparente odio, ese rechazo a todo lo que él representaba, ese asco a su presencia, era finalmente deseo, un deseo insatisfecho.
Eran las ocho de la mañana en punto y el montando su vigoroso corcel se aproximaba a pausado paso hacia la mansión de Lord Deadly, tan fría estaba la mañana, que el traía sus gruesos guantes de cuero, pensaba para sus adentro Leonor repudiando los guantes, esos guantes que ajustaban tan bien en sus manos, y no es que fuese una costumbre el espiarlo, de hecho no era así, pues la casa de Leonor colindaba, con la de Lord Deadly y a esa hora era frecuente que ella saliera al jardín a recoger un ramo de flores para adornar la sala de estar, acto que era realizado solo por ella y por supuesto que sería extraño toparse todas las mañanas con él, podría pensar que le vigilaba, se decía, así que  prefería esconderse y de esta manera evitar aquellos pensamientos de su parte, pero se deleitaba viéndolo,  más aún sabiendo que el ignoraba completamente sus deseos e intenciones, o por lo menos eso pensaba ella, de pronto un llamado la saco de sus pensamientos.
-          ¡Leonor! ¿Leonor dónde está?, la profesora de ballet esta aquí es preciso comenzar con sus clases, María la criada exclamaba desde el interior de la mansión, mientras Leonor se lamentaba, no poder disfrutar de la última visión que tendría de Víctor.
No era que aquello no le gustase, para nada,  disfrutaba con el movimiento de su cuerpo, el fluir de los brazos, los saltos que le arrancaban de la tierra, la perfección de la silueta en cambré, o la elevación en quinta posición, pero la pasión que le inspiraba este hombre, la hacía romper cada coreografía, ella podía entregar más, y el asirse a un esquema tan rígido le hacía sentir que la vida se le escapaba, ya no era una jovencilla, y sabía que pronto debía encontrar algún camino en la vida pues a pesar de poder vivir perfectamente con la herencia de sus padres, sin mover un solo dedo, en lo profundo un ardor semejante a las brasas de un incendio le quemaba la garganta y las entrañas.
La hora y media de clase parecieron interminables y lo único que quería Leonor era colgarse cautelosamente a la ventana con alguna excusa para espiarlo nuevamente,  pero una vez finalizadas las clases y cuando Madame Prosperié se hubo marchado,  deambulo por la gran mansión, no buscó a Víctor con la mirada, quizás sintió un poco de vergüenza, parecía una avecilla presa en una enorme jaula de oro, una fiera de ojos penetrantes apresada, siendo lo  más triste de esta situación que ella misma era la poseedora de la llave mas la inactividad con la que se educa a las mujeres fácilmente teje sus raíces en sus corazones y estos,  dulces y acomodaticios se asientan en terreno fácil, un terreno aburguesado, de pronto recordó como era que su padre pasaba horas en su biblioteca, afuera el mundo podía cambiar, las horas volar, pero el parecía impávido a esto sumergido en historias y fábulas, entonces se dirigió a la antigua biblioteca de su padre, con la esperanza de que aquel mismo sentir la consumiera, husmeo entre unos gruesos ejemplares tratando de encontrar algo que cautivase su atención, que despertase el deseo de saber más.
Entonces de pronto dio con un antiguo libro, se notaba por la cantidad de polvo en la cubierta y el amarillo de sus hojas, era un libro de teatro , en su interior podía ver fotografías de hombres vistiendo distintos atuendos, algunos muy osados, parecía pertenecer al tiempo de los griegos, al llamado siglo de oro, recordó entonces con un poco de nostalgia como se apasionaba su padre al leer de historia y deseo sentir esa pasión por algo en su vida, por lo menos sentirla una vez al menos con eso bastaría, así hojeando un poco más el libro llegó a un capitulo que le llamó de sobremanera la atención, se trataba de la utilización de máscaras, en unas ciertas fiestas, Leonor comenzaba a zambullirse lentamente en la lectura cuando un ruido en la puerta la sobresalto.
-¿Leonor que haces en la biblioteca del señor?, dijo maría sorprendida y un poco molesta.
-Solo buscaba algo para leer María ya salgo, respondió Leonor.
- ¿Para leer?, frunció el entrecejo la criada, hay muchos cojines, para bordar, ¿podrías bordar? ese es trabajo para mujeres, su madre bordaba tan bonito, continuo la mujer mientras salía de la biblioteca, ah! por cierto, Lord Deadly la mando a llamar, es por Sofía, su nieta, está en su casa, y usted le cayó tanto en gracia, comento la criada.
- ¿Lord Deadly, dices? Pregunto la joven, creí que él estaría con el Joven Víctor, agregó Leonor un poco nerviosa, y a la vez emocionada de pronunciar su nombre.
-Sí, esta con el señor Víctor, respondió María, pero creo que ya iba de salida.
- Esta bien, dijo Leonor, iré.
 Entonces marco hábilmente el capítulo que la había cautivado y salió lentamente de la habitación, mas una vez que María desapareció corrió a la puerta, con una sonrisa en los labios, y el corazón desbocado, finalmente frente a la puerta de Lord Deadly intento calmarse y tras respirar profundo la puerta se abrió, en instantes una robusta mujer de ojos muy negros la dirigió a la sala de estar, en ella se encontraba el anciano Lord Deadly y Víctor en plena jugada de ajedrez.
-¡Oh Leonor querida, gracias por venir! Exclamó el anciano alargando sus huesudas manos para saludar a la joven, mi nieta Sofía vino a visitar a este pobre viejo y bueno recordé la última vez que vino  y ustedes parecieron entenderse tan bien, entonces, continuo el anciano.
-Usted me llamó, para que ella tuviese con quien charlar, ¿no es así? Se apresuró Leonor.
-Sí, querida así es, respondió Lord Deadly, ¿imagino que no será una molestia cierto? Le rogó el anciano.
-Claro que no, respondió Leonor, mientras su vista estaba sobre Víctor, quien ya se encontraba de pie para  saludarla apenas la vio.
-Señorita Leonor, cuanto tiempo, se dirigió Víctor a la joven.
-Pues desde que volví a la mansión de mis padres, respondió inquisidora Leonor, ¿como esta?
-Muy bien, visitando a mi Tío, añadió el joven, al parecer la vista no le acompaña le susurro a Leonor  y bueno  me mandó a llamar para ayudarle con un papeleo agregó, por cierto ¿aceptaría una partida de ajedrez? Invito a Leonor.
-Lamentablemente tendré que rehusar su invitación, no dispongo de mucho tiempo, y solo he venido a visitar a Sofía, respondió la joven
-Si me permiten,  interrumpió Lord Deadly, Sofía tardará un poco, está arreglándose, y bueno usted mejor que nadie sabe cómo son las jovencitas a su edad,  no como usted querida, ya toda una Dama..o lo siento exclamó el anciano, no quise decir que usted ya no fuera joven, es solo que…
-No se preocupe, interrumpió Leonor, se lo que quiso decir y tiene razón ya no soy una jovencita, por lo mismo no dispongo de todo el tiempo del mundo, añadió Leonor lanzando una fría mirada a Víctor, quien volvió a concentrarse en la última jugada propuesta por Lord Deadly.
 Tras unos instantes se oyó la voz de una jovencita desde el segundo piso.
-Leonor querida ¿podrías subir?, era Sofía.
- si Querida será mejor que suba, si no esperará aquí una eternidad añadió Lord Deadly.
- está bien, respondió Leonor, con su permiso caballeros y dirigió una última mirada a Víctor.
-Adelante, respondieron ellos a coro.
Farfullando la alusión a su edad, Leonor subió la maciza escalera que desde el fondo de un largo pasillo conectaba al segundo piso, su paso lento dejaba ver su poco interés por ver a Sofía, ya que si bien la diferencia de edades siempre fue notable, ahora que Leonor se había alejado de los grandes bailes, cortejos y demases, esta se acrecentaba aún más,   solo mantenía la pasión en su corazón este arrebato hacia Víctor, este amor inconfesable y gozó  recordando triunfante el modo en que le embistió con aquella frase...no dispongo de todo el tiempo del mundo...y como el volvió a su juego de ajedrez bajando el rostro levemente ruborizado.
Ni todos los títulos del mundo, ni los viajes revisten de suficiente poder a un hombre cuando este está frente a una mujer que ama de verdad, y el, después de  todo todavía es un niño,  se decía...

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