A veces le envenenaba el alma
aquella sonrisa tan perfecta, aquella cordialidad arrancada de historias
medievales, la solemnidad exhalaba de
sus poros, y aquello por donde el pisaba simulaba a sus anchas una gran
pasarela, pero más detestaba que no fuese suyo, pues tarde comprendió que ese
aparente odio, ese rechazo a todo lo que él representaba, ese asco a su
presencia, era finalmente deseo, un deseo insatisfecho.
Eran las ocho de la mañana en
punto y el montando su vigoroso corcel se aproximaba a pausado paso hacia la mansión
de Lord Deadly, tan fría estaba la mañana, que el traía sus gruesos guantes de
cuero, pensaba para sus adentro Leonor repudiando los guantes, esos guantes que
ajustaban tan bien en sus manos, y no es que fuese una costumbre el espiarlo,
de hecho no era así, pues la casa de Leonor colindaba, con la de Lord Deadly y
a esa hora era frecuente que ella saliera al jardín a recoger un ramo de flores
para adornar la sala de estar, acto que era realizado solo por ella y por
supuesto que sería extraño toparse todas las mañanas con él, podría pensar que
le vigilaba, se decía, así que prefería
esconderse y de esta manera evitar aquellos pensamientos de su parte, pero se
deleitaba viéndolo, más aún sabiendo que
el ignoraba completamente sus deseos e intenciones, o por lo menos eso pensaba
ella, de pronto un llamado la saco de sus pensamientos.
-
¡Leonor! ¿Leonor dónde está?, la profesora de
ballet esta aquí es preciso comenzar con sus clases, María la criada exclamaba
desde el interior de la mansión, mientras Leonor se lamentaba, no poder
disfrutar de la última visión que tendría de Víctor.
No era que aquello no le gustase,
para nada, disfrutaba con el movimiento
de su cuerpo, el fluir de los brazos, los saltos que le arrancaban de la
tierra, la perfección de la silueta en cambré, o la elevación en quinta posición,
pero la pasión que le inspiraba este hombre, la hacía romper cada coreografía,
ella podía entregar más, y el asirse a un esquema tan rígido le hacía sentir
que la vida se le escapaba, ya no era una jovencilla, y sabía que pronto debía encontrar
algún camino en la vida pues a pesar de poder vivir perfectamente con la
herencia de sus padres, sin mover un solo dedo, en lo profundo un ardor
semejante a las brasas de un incendio le quemaba la garganta y las entrañas.
La hora y media de clase parecieron
interminables y lo único que quería Leonor era colgarse cautelosamente a la
ventana con alguna excusa para espiarlo nuevamente, pero una vez finalizadas las clases y cuando
Madame Prosperié se hubo marchado, deambulo por la gran mansión, no buscó a Víctor
con la mirada, quizás sintió un poco de vergüenza, parecía una avecilla presa
en una enorme jaula de oro, una fiera de ojos penetrantes apresada, siendo lo más triste de esta situación que ella misma
era la poseedora de la llave mas la inactividad con la que se educa a las
mujeres fácilmente teje sus raíces en sus corazones y estos, dulces y acomodaticios se asientan en terreno fácil,
un terreno aburguesado, de pronto recordó como era que su padre pasaba horas en
su biblioteca, afuera el mundo podía cambiar, las horas volar, pero el parecía impávido
a esto sumergido en historias y fábulas, entonces se dirigió a la antigua
biblioteca de su padre, con la esperanza de que aquel mismo sentir la
consumiera, husmeo entre unos gruesos ejemplares tratando de encontrar algo que
cautivase su atención, que despertase el deseo de saber más.
Entonces de pronto dio con un
antiguo libro, se notaba por la cantidad de polvo en la cubierta y el amarillo
de sus hojas, era un libro de teatro , en su interior podía ver fotografías de
hombres vistiendo distintos atuendos, algunos muy osados, parecía pertenecer al
tiempo de los griegos, al llamado siglo de oro, recordó entonces con un poco de
nostalgia como se apasionaba su padre al leer de historia y deseo sentir esa pasión
por algo en su vida, por lo menos sentirla una vez al menos con eso bastaría, así
hojeando un poco más el libro llegó a un capitulo que le llamó de sobremanera
la atención, se trataba de la utilización de máscaras, en unas ciertas fiestas,
Leonor comenzaba a zambullirse lentamente en la lectura cuando un ruido en la
puerta la sobresalto.
-¿Leonor que haces en la biblioteca del señor?, dijo maría
sorprendida y un poco molesta.
-Solo buscaba algo para leer María ya salgo, respondió Leonor.
- ¿Para leer?, frunció el entrecejo la criada, hay muchos
cojines, para bordar, ¿podrías bordar? ese es trabajo para mujeres, su madre
bordaba tan bonito, continuo la mujer mientras salía de la biblioteca, ah! por
cierto, Lord Deadly la mando a llamar, es por Sofía, su nieta, está en su casa,
y usted le cayó tanto en gracia, comento la criada.
- ¿Lord Deadly, dices? Pregunto la joven, creí que él estaría
con el Joven Víctor, agregó Leonor un poco nerviosa, y a la vez emocionada de
pronunciar su nombre.
-Sí, esta con el señor Víctor, respondió María, pero creo
que ya iba de salida.
- Esta bien, dijo Leonor, iré.
Entonces marco hábilmente el capítulo que la había
cautivado y salió lentamente de la habitación, mas una vez que María desapareció
corrió a la puerta, con una sonrisa en los labios, y el corazón desbocado,
finalmente frente a la puerta de Lord Deadly intento calmarse y tras respirar
profundo la puerta se abrió, en instantes una robusta mujer de ojos muy negros
la dirigió a la sala de estar, en ella se encontraba el anciano Lord Deadly y Víctor
en plena jugada de ajedrez.
-¡Oh Leonor querida, gracias por venir! Exclamó el anciano
alargando sus huesudas manos para saludar a la joven, mi nieta Sofía vino a
visitar a este pobre viejo y bueno recordé la última vez que vino y ustedes parecieron entenderse tan bien, entonces,
continuo el anciano.
-Usted me llamó, para que ella tuviese con quien charlar,
¿no es así? Se apresuró Leonor.
-Sí, querida así es, respondió Lord Deadly, ¿imagino que no
será una molestia cierto? Le rogó el anciano.
-Claro que no, respondió Leonor, mientras su vista estaba
sobre Víctor, quien ya se encontraba de pie para saludarla apenas la vio.
-Señorita Leonor, cuanto tiempo, se dirigió Víctor a la
joven.
-Pues desde que volví a la mansión de mis padres, respondió
inquisidora Leonor, ¿como esta?
-Muy bien, visitando a mi Tío, añadió el joven, al parecer
la vista no le acompaña le susurro a Leonor y bueno me mandó a llamar para ayudarle con un papeleo
agregó, por cierto ¿aceptaría una partida de ajedrez? Invito a Leonor.
-Lamentablemente tendré que rehusar su invitación, no
dispongo de mucho tiempo, y solo he venido a visitar a Sofía, respondió la
joven
-Si me permiten,
interrumpió Lord Deadly, Sofía tardará un poco, está arreglándose, y
bueno usted mejor que nadie sabe cómo son las jovencitas a su edad, no como usted querida, ya toda una Dama..o lo
siento exclamó el anciano, no quise decir que usted ya no fuera joven, es solo
que…
-No se preocupe, interrumpió Leonor, se lo que quiso decir y
tiene razón ya no soy una jovencita, por lo mismo no dispongo de todo el tiempo
del mundo, añadió Leonor lanzando una fría mirada a Víctor, quien volvió a concentrarse
en la última jugada propuesta por Lord Deadly.
Tras unos instantes
se oyó la voz de una jovencita desde el segundo piso.
-Leonor querida ¿podrías subir?, era Sofía.
- si Querida será mejor que suba, si no esperará aquí una
eternidad añadió Lord Deadly.
- está bien, respondió Leonor, con su permiso caballeros y dirigió
una última mirada a Víctor.
-Adelante, respondieron ellos a coro.
Farfullando la alusión a su edad,
Leonor subió la maciza escalera que desde el fondo de un largo pasillo conectaba
al segundo piso, su paso lento dejaba ver su poco interés por ver a Sofía, ya
que si bien la diferencia de edades siempre fue notable, ahora que Leonor se había
alejado de los grandes bailes, cortejos y demases, esta se acrecentaba aún más,
solo mantenía la pasión en su corazón este arrebato
hacia Víctor, este amor inconfesable y gozó recordando triunfante el modo en que le embistió
con aquella frase...no dispongo de todo
el tiempo del mundo...y como el volvió a su juego de ajedrez bajando el
rostro levemente ruborizado.
Ni todos los títulos del mundo, ni los viajes revisten de
suficiente poder a un hombre cuando este está frente a una mujer que ama de
verdad, y el, después de todo todavía es
un niño, se decía...